Es muy común que, al recibir una mala noticia o vivir un momento de alta tensión, experimentemos la sensación de que se nos ha cerrado el estómago. En estas situaciones, el hambre desaparece debido a que el cerebro está hiperexcitado y circula una gran cantidad de adrenalina que nos anula el apetito. Pero… ¿Qué pasa cuando el estrés es menos intenso, pero dura más tiempo? Entonces aparece la temida hormona del estrés, el cortisol, y sus perjudiciales consecuencias como la inflamación, ya sea abdominal o general en nuestro organismo. El resultado de la cronificación del estrés es la inflamación: una situación realmente grave que debe tratarse lo antes posible.
La inflamación crónica
La inflamación es uno de los mecanismos curativos que tiene nuestro organismo. Se trata de una respuesta que tiene el sistema inmunitario de prevenir infecciones, aumentar los tejidos, curar heridas… Así, el objetivo de la inflamación es localizar y eliminar el daño que se ha causado en el tejido dañado. Pero, muchas veces, no hay ninguna amenaza aparente y sentimos rigidez, resistencia y dolor en nuestras articulaciones, músculos o intestinos. Esto se debe a que nuestro sistema inmunitario interpreta erróneamente que hay un ataque y sostiene la inflamación durante un largo período de tiempo.
Y seguro que estás pensado… ¿Por qué se vuelve en mi contra mi propio organismo? Hay múltiples respuestas, pero las causas más frecuentes son una alimentación con deficiencias y el estrés.
El cortisol
El cortisol, también llamado la hormona del estrés, es una respuesta de alerta y supervivencia de nuestro organismo. Esta aparece en grandes cantidades cuando nos encontramos en una situación en que debemos enfrentarnos, huir o aumentar nuestra capacidad de concentración y respuesta.
El mecanismo que usa es la liberación de azúcar en sangre y de aminoácidos para que los músculos puedan contraerse y responder ante el peligro. Lo hace por un corto periodo de tiempo para después volver a equilibrar el correcto funcionamiento del cuerpo. Es decir, una vez se acaba la situación estresante, el cortisol deja de producirse. Pero… ¿Y si el estrés no para? Entonces, el cortisol tampoco.
Cortisol, estrés e inflamación
La inflamación funciona como si fuera un botón. El sistema inmunológico le indica cuándo debe de actuar y cuándo debe bajar el nivel de inflamación. Pero este botón se puede estropear por culpa del estrés crónico. Este reduce la sensibilidad de las células inmunitarias al cortisol y las convierte en inmunes provocando que el botón de apagado de la inflamación no funcione. Es decir, la inflamación se mantiene en niveles altos por la incapacidad de las células de responder a la hormona del cortisol y regularse correctamente.
En definitiva, lo que provoca esta situación es una inflamación crónica y síntomas como cansancio, hinchazón abdominal, estreñimiento, insomnio, dolor articular, dolor de cabeza…
¿Qué podemos hacer para controlar el estrés?
Las causas del estrés pueden ser muy diversas y varían de una persona a otra. Cada una tenemos nuestro punto de vista de la vida, nuestra personalidad y nuestra propia manera de afrontar las adversidades. Aun así, hay algunos factores que son comunes entre muchas de las personas que sufren inflamación crónica y que pueden ser potenciadores de estrés crónico de bajo grado, como:
- El estilo de vida en automático
- Una alimentación basada en alimentos que nos roban la energía (ultraprocesados, azúcares, harinas, bebidas azucadas)
- La falta de actividad física,
- La desconexión con uno mismo
- Una mente agitada con pensamientos en el pasado o bien preocupaciones sobre el futuro…
Para mantener el estrés a raya debemos equilibrar, en primer lugar, nuestra mente. Eso nos ayudará a construir un estilo de vida y unos hábitos más saludables que nos harán sentir mejor, relajaran el ritmo acelerado de nuestra vida y contribuirán a que nuestro sistema vuelva a funcionar con total normalidad y… ¡Sin inflamación!
Algunos trucos que puedes seguir para empezar a tratar la inflamación y el estrés crónico son;
- Mantener los niveles de azúcar en sangre evitando abusar de los carbohidratos y suprimiendo los ultraprocesados, harinas, bebidas azucaradas
- Introduce la meditación o técnicas de relajación en tu rutina diaria. Únicamente invirtiendo 15 o 20 minutos notarás la diferencia.
- Realiza ejercicio físico suave o moderado (entre 150 y 300 minutos a la semana) para liberar tensiones y cortisol
- Mantén una alimentación lo más natural y equilibrada posible
- Dedícate algunos minutos a ti misma para reducir la tensión acumulada a lo largo del día. Ese momento que es solo tuyo.